Taron Egerton y Hugh Jackman en 'Volando Alto - Eddie The Eagle'
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Volando Alto (Eddie The Eagle) cuenta la historia de Michael “Eddie” Edwards, un saltador de esquí británico que nunca dejó de creer en sí mismo.

Con la ayuda de un entrenador rebelde y carismático (interpretado por Hugh Jackman), Eddie (Taron Egerton) se enfrenta a las instituciones y, en el proceso, se gana el corazón de aficionados deportivos de todo el mundo, tras hacer una aparición histórica e increíble en los Juegos Olímpicos de Invierno de Calgary, en 1988.

La historia de Eddie es edificante. Si bien nunca tuvo cualidades atléticas, desde una temprana edad dedicó su vida a conseguir un objetivo: convertirse en atleta olímpico. Eddie hizo el intento en varios deportes y disciplinas, antes de haberse decidido por el slalom. Después de haber quedado descalificado por poco del equipo británico de las Olimpiadas de Invierno de 1984, hizo un reajuste y cambió a salto de esquí.

Pero había varios problemas con la decisión: Inglaterra nunca había tenido un representante para esa disciplina en unos Juegos Olímpicos, y Eddie ni siquiera había intentado en su vida un salto en esquí. Era más pesado que la mayoría de saltadores de esquí (que, además, habían comenzado a practicar a una temprana edad), no tenía financiamiento, muy poco entrenamiento y su terrible visión significaba que tenía que intentar los saltos con lentes puestos; que a medio vuelo se empañarían de manera peligrosa.

No obstante, ese espíritu infatigable prevaleció. Eddie, después de rogar por que le dieran equipo, además de haber pedido prestado, fue el único representante de Inglaterra en esa disciplina en los campeonatos mundiales de 1987, donde su lugar 55 fue suficiente para verlo en las Olimpiadas de Invierno de Calgary, Canadá, en 1988, y fue juesto ahí en Calgary donde Eddie realmente despegó, en sentido literal y figurado. Si bien quedó en último lugar en ambos eventos - en los saltos de 70 y 90m -, se volvió un consentido de los medios (en un abrir y cerrar de ojos los tabloides ya lo habían apodado “The Eagle” - El Águila) y en una especie de héroe popular, famoso por su estilo heterodoxo, apariencia y voluntad por competir. Fue sólo una cuestión de tiempo, sin lugar a dudas, antes de que alguien hiciera una película acerca de la vida de este modesto héroe.

De hecho, pasaron casi treinta años. Una noche, hacia finales de 2014, Matthew Vaughn - director de Kingsman: The Secret Service, X-Men: First Class y Layer Cake - se sentó a ver una película con sus hijos. El filme era Cool Runnings (Jamaica bajo cero), la comedia acerca de un equipo de bobsled jamaicano que desafió todo pronóstico para competir en las Olimpiadas de Invierno en Calgary, en 1988.

“Mis hijos estaban disfrutando mucho la película”, dice Vaughn, “y comencé a pensar, ¿Por qué ya nadie hace este tipo de películas?’ Quería hacer una que pudieras ver y salir inspirado de ella. ¡Y, además, quería hacer una película que le pudiera mostrar a mis hijos!”.

Quizás animado por la notable coincidencia de que el equipo de bobsled jamaicano y Eddie Edwards compitieron en las mismas Olimpiadas, Vaughn centró sus pensamientos hacia ‘El Águila’. Quince años antes, o quizás un poco menos, a Vaughn y a su otrora socio director Guy Ritchie, les habían enviado un guión de Eddie ‘El Águila’ con la idea de convertirlo en película. Ese acuerdo no había funcionado en su momento, pero algo del escrito resonó en él. “Me pareció encantador, y que valía la pena hacerse. Desde entonces, mucha gente lo había comprado, pero nada pasó”, explica Vaughn. “Localicé el guión, dije que quería comprarlo, y tres meses después lo estábamos rodando”.

Sin perder tiempo, Vaughn reunió a su equipo de ensueño tanto frente como detrás de cámaras. Al decidir de inmediato que no quería dirigirla (“Esta es una experiencia totalmente nueva para mí; ¡hacer una película familiar y agradable!”), recurrió a su viejo amigo Dexter Fletcher. Éste había protagonizado la primera película producida por Vaughn, Lock, Stock And Two Smoking Barrels, y desde entonces los dos habían seguido en contacto, tiempo durante el cual los dos se volvieron directores. En particular, el debut como director de Fletcher, Wild Bill, le llamó la atención a Vaughn. “Me encantó Wild Bill”, dice Vaughn. “Dexter es bueno de corazón, y es bueno para cuidar a la gente”.

A diferencia de Vaughn, quien tenía tatuadas las hazañas de Eddie en Calgary, Fletcher tenía muy pocos recuerdos de la época. “Estaba en mis veintes, Eddie no era cool, y todo tiene que ser cool cuando estás en tus veintes”, dice entre risas Fletcher. Pero sí quedó impresionado cuando Edwards se apareció, y ganó el reality show inglés de clavados Splash! “Me pareció que Eddie tenía la actitud correcta. Tenía 45 años, pero contaba con una metodología olímpica en todo, una firmeza auténtica. No tenía miedo”.

Así que cuando recibió la llamada de Vaughn, Fletcher estaba más que listo para hacer volar al Águila. “Fue una gran oportunidad para trabajar con Matthew como productor, pero hay algo muy interesante acerca de esta historia. No sólo es lo que creemos saber”, explica. “¡Y después Matthew me comenzó a hablar como si ya la estuviera haciendo! El tren ya había dejado la estación. ¡Y resulta que yo ya iba a bordo!”.

Fletcher y Vaughn querían mantener el enfoque firmemente en la determinación de Eddie para conseguir la gloria. “Toda la historia es acerca de cuando está ahí y de lo que logra”, comenta Fletcher.

Las hazañas de Edwards fueron solitarias. Rechazado en gran medida por la comunidad de salto con esquí, prefería entrenar solo o pasar por una serie de entrenadores con los que no duraba mucho tiempo. Para la película, sin embargo, Vaughn y Fletcher querían crear un personaje que estuviera con Eddie a lo largo de cada paso de su travesía. “Necesitábamos a alguien con quien nos pudiéramos identificar, un cómplice que nos podríamos imaginar ser”, comenta Fletcher. “Nuestra postura hacia Eddie sería que está enojado, pero termina por ganarnos lo inspirador que resultan ser su entusiasmo y metodología”.

Les presentamos a Bronson Peary, un ex saltador de esquí norteamericano bebedor y fumador, que acepta a Eddie - al principio con mucha reticencia - bajo su tutela. Fue un papel creado para una estrella de cine. Y uno de los beneficios de ser tan exitoso como Matthew Vaughn es que tienes a estrellas de cine en tu marcado rápido. A Hugh Jackman, por ejemplo.

“Le hablé a Hugh Jackman y le mandé el guión”, comenta Vaughn. “Se acordó de Eddie ‘El Águila’. ¡Me dijo que él solía saltar del techo de su casa en Australia y pretendía que era salto de esquí! A Hugh le encantó la idea de hacer esto. Nunca antes había hecho algo así”.

Durante su crecimiento, Hugh Jackman dice que, de hecho, él era un gran aficionado de Eddie ‘El Águila’, un recordatorio más del gran impacto que las hazañas de Eddie tuvieron en todo el mundo. “Eddie era una leyenda que representaba ese espíritu puro de siempre hacer el intento. Y además quería hacerlo en el evento más descabellado, casi suicida, del deporte: el salto con esquí. Digo, yo de niño quería ir a las Olimpiadas; ¡sólo que no estaba dispuesto a ir tan lejos para conseguirlo!”.

A Hugh Jackman también le llamó la atención interpretar a Peary, un personaje ficticio que es un alma dañada y cínica, y que fue expulsado del equipo olímpico invernal de los EE UU en el pináculo de sus fuerzas. Su amistad con Eddie le permite a Peary iniciar un proceso de sanación que debió haber hecho hace muchos años. “Esa determinación obstinada de Eddie le intriga a Bronson”, añade Jackman. “Le gusta el chico. Piensa que está completamente loco, pero se identifica con él. Ambos son intrusos, ambos han sido rechazados por el mundo, y es una historia de redención para ambos. A través de esa creciente amistad, Bronson comienza a creer otra vez en él”.

Una parte clave del arco de Peary es su relación con su ex entrenador, Warren Sharp, quien expulsó a Bronson del equipo de los EE UU hace muchos años. Sharp sigue siendo una gran presencia en la vida de Peary, particularmente en una escena culminante donde los dos se vuelven a reencontrar después de décadas de no verse. Pero el personaje probó ser un reto de casting para Vaughn y Fletcher. “Tenía que ser alguien que estuviera a la altura de Hugh Jackman”, comenta Fletcher. “Y ése es Christopher Walken. Cuando llegó al set, fue simplemente brillante. Lo que hace es tan suyo, pero es poderoso y conmovedor, lo que también significa que el personaje de Hugh es más tridimensional”.

A Hugh Jackman le encantó haber trabajado con el legendario actor. “Honestamente, ¡no requerí de actuación!”, dice entre risas. “En una escena, el guión dice, ‘el padrino del deporte entra a la recámara y todos se quedan pasmados’. Eso es muy parecido a lo que pasó. ¡Es Christopher Walken! Desde la primera toma hasta el final del rodaje, es el tipo más cool y relajado. Es sensacional el hombre”.

Vaughn y Fletcher ya tenían a su Bronson Peary. Y tenían a su Warren Sharp. Ahora necesitaban a la pieza más grande del rompecabezas: la mismísima Águila.

Resulta ser que la búsqueda por encontrar a Eddie no les llevó mucho tiempo, ya que Vaughn tenía al candidato perfecto bajo sus narices. Acababa de ponerle los toques finales a Kingsman: The Secret Service, protagonizada por Colin Firth, Samuel L. Jackson, Michael Caine, Mark Strong y Taron Egerton, en el papel de Eggsy, el héroe del filme. Fue el primer papel cinematográfico de Egerton, un joven galés que nunca antes había actuado.

“Sabía que Eggsy había sido una actuación”, dice Vaughn. “Eggsy no se parece para nada a Taron. Le dije, ‘Es importante que ahora hagas un personaje que sorprenda a la gente’. No tenía duda alguna que Taron iba a sacar adelante a Eddie”.

Taron Egerton ni siquiera había nacido cuando Edwards estaba volando por los cielos de Calgary, pero el joven actor no chistó ante la oportunidad. Una prueba con Hugh Jackman en Nueva York le siguió de inmediato, antes de que le ofrecieran el papel de manera oficial a Egerton antes de la navidad de 2014. Pero lo aceptó con una sola condición. “No tenía interés alguno en parodiar a Eddie”, dice Egerton. “Puede ser divertido, puede tener contratiempos, pero necesita un corazón y alma, y ser real y creíble”.

Sus miedos iniciales fueron inmerecidos. “Quería incrementar la emoción”, comenta Vaughn. “Eso es lo que más me emociona de esta película. Las audiencias ya no pensarán en Eddie el payaso, sino en Eddie el héroe”.

En su preparación para el papel, Egerton conoció al Eddie de la vida real, que le ayudó a conformar su actuación. “Eddie es un tipo muy razonable, agradable y afable”, comenta. “Tiene optimismo, y está enfocado. Hay cosas acerca de Eddie que son heroicas”.

Taron Egerton se transformó para el papel con la adición de una peluca sutil, los característicos lentes gruesos, un poco de sobrepeso, un acento de Cheltenham y, hacia el final de la película, su icónico bigote. “¡Pero también necesitaba ser muy inocente!”, comenta. “Hugh Jackman le está aportando todo el peso y atractivo de estrella de cine, y a mí me ha dado el espacio para ser un poco excéntrico”.

El joven actor también aprendió a esquiar para el papel, para poder duplicar las posiciones que se requieren para el salto de esquí, desde la posición Inrun (la primera posición que un saltador de esquí adopta conforme baja por la pista) hasta el movimiento de despegue y el “Telemark”, que le permite al saltador aterrizar con un pie delante del otro. “Bueno, ¡hice como quince horas!”, dice entre risas. “Me puse bastante nervioso al hacerlo. Es muy duro. Te das cuenta de cuán peligroso es cuando lo estás haciendo”.

No se dejen llevar por las apariencias - el salto de esquí es un deporte tremendamente peligroso. - “No voy a hacer el salto de 90 metros”, dice entre risas Egerton. “Tienes que hacerlo todos los días desde que tienes cuatro años tan sólo para adquirir seguridad. Ésa es la razón por la cual Eddie se lastimaba de manera continua”. Hugh Jackman, quien no es ajeno a realizar sus propias acrobacias, también estaba intimidado ante la dificultad de realizar un salto de 90 metros, que requiere una concentración total y un dominio absoluto del cuerpo tan sólo en el despegue, no digamos aterrizar de manera segura.

“Tuve que hacer una escena donde tenía que hacer un movimiento durante un salto, y tenía un cable puesto que iba a impedir que me matara si me caía”, recuerda Jackman. “¡E incluso así estaba aterrado! Cuando piensas que Eddie hizo eso en las Olimpiadas después de casi no haber realizado saltos en su vida, vaya que tenía una gran valentía”.

Quizás Vaughn lo resume de la mejor manera. “Quien sea que haya inventado el salto con esquí estaba loco”, apunta. “No hay razón lógica alguna para hacerlo”.

Para representar de manera certera la rutina de entrenamiento de Edwards, y los grandes saltos que llevó a cabo en las Olimpiadas de Calgary, Fletcher y su director de fotografía George Richmond tenían que encontrar una forma para hacerlo de manera segura, y repetida. “Hay poco más de trece saltos en la película, y siempre es la misma acción - un tipo se sube a algún lugar empinado, salta y después aterriza”, indica Fletcher. “Teníamos que encontrar muchas maneras nuevas de hacer eso. Ya que, tan pronto y llegas a una pantalla, todo se vuelve chato, y la altura es algo que se reduce a un 50%, de menos”.

Otros problemas con los que se topó la producción mientras estaban en locaciones de Alemania y Austria, fue, por sorpresivo que resulte, la falta de nieve. “Estábamos filmando en primavera y a finales de un invierno templado”, comenta Fletcher. “Había una toma en la que Taron Egerton va a la cima para realizar un salto de 70 metros y mira hacia abajo, ¡y no había nieve! Tuvimos que traer nieve de más arriba de la montaña en un camión, y esparcirla por toda la pista”.

Otras soluciones tuvieron que ver con el uso sensato de gráficas por computadora, cámaras en cascos para incrementar la sensación de velocidad - una vez que el esquiador baja volando por la vista - y la construcción de plataformas complejas en y alrededor de los saltos de 70 y 90 metros. Este último le permitió a Fletcher, Richmond y al director de segunda unidad, el legendario Vic Armstrong, concebir tomas para que la cámara bajara en picada y volara, y, así, fuera capaz de representar la velocidad total de un saltador de esquí cuando se lanzan hacia lo desconocido. “George y yo nos pusimos muy creativos”, añade Fletcher. “Encontramos maneras de inventar ángulos divertidos, y formas de comunicar cuán alto y peligroso es esto. Es acerca de elegir a la gente correcta para que te ayude a llevarlo al siguiente nivel”.

Tristemente, ahora parece casi imposible que alguien iguale los logros de Eddie. Como se detalla en el filme, los estándares requeridos para calificar en salto de esquí fueron incrementados casi de inmediato por el Comité Olímpico Internacional. Eddie nunca más volvió a calificar para el evento, a pesar de que fue elegido para portar la antorcha en las Olimpiadas de Vancouver, de 2010.

No obstante, el filme fue concebido por Fletcher y Vaughn para que sirviera de testimonio de la fe inquebrantable que Edwards poseía. “Es un héroe”, dice Vaughn. “Eddie arriesgó literalmente su vida en cada salto. Estaba siendo muy valiente. La palabra ‘no’ no forma parte de mi vocabulario, y tampoco estaba en el suyo. Admiraba a Eddie”.

La película Volando Alto (Eddie The Eagle) termina con una famosa cita del barón Pierre de Coubertin, fundador de las Olimpiadas modernas. ‘La cosa más importante en los Juegos Olímpicos no es ganar, sino competir; la cosa esencial en la vida no es conquistar, sino dar una buena batalla’. Eso resume la razón por la cual Vaughn y Fletcher querían contar esta historia, y la razón por la cual querían conmemorar el espíritu de lucha de un héroe inusual. Eddie ‘El Águila’ Edwards pudo no haber ganado una medalla olímpica, pero su ejemplo servirá de inspiración. Vaughn agrega: “La película demuestra que no importa cuán grande sea el problema que puedas tener, siempre lo puedes solucionar. Sí funciona tener corazón, determinación y tenacidad”.

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